29.11.11

Pelopincho y Cachirula

Arrancó la temporada de pileta, patio, andanzas, menos corridas, vida sin tiempo, tiempo de vida.
Estar con mis hijos, verlos crecer, crecer con ellos... verano en mí.
Calor y descanso. Casa, placer, abundancia de sensaciones poderosas.

Sin tanto balance, balanceándome.


20.11.11

Dialoguitos


Ella: Joaco, ¿qué querés hacer?
Él: no she
Ella: ¿Cómo no sé? Uno siempre sabe lo que quiere.
Él: ah
Ella: ¿Jugamos a la mamá y el papá?
Él: Siiiiíiiiii...



10.11.11

Nosotros, los atípicos

Mi hermana M. dijo alguna vez cuando éramos chicas que cuando sea viejita se imaginaba alejada de todo, en una cabaña sacando sus recuerdos de un baúl. Entonces, digo yo ahora pensando en eso, será cuestión de vivir creando esos recuerdos para cuando los saquemos a relucir.

Y esto viene a que hoy me acordé de N. Son esas pequeñas cosas: una frase, dos o tres palabras juntas, dichas al pasar, y ¡zas! se hace el recuerdo, se hace la risa. Se hace lo que mi hermana guardaría en el baúl y yo llevo conmigo adonde voy.

Hace cuatro años, cuando Victoria era bebé y el gordo y la flaca trabajábamos todo el día fuera de casa, nos íbamos a las ocho de la matina y volvíamos al atardecer, nos ayudaba una señora que era muy puntillosa y exigente con algunas cosas, mucho más que nosotros dos juntos, por lo que a veces, le costaba seguir el ritmo de nuestra rutina, que por esos tiempos, de más está decir, era de lo más cambiante.

La señora N. tenía una muletilla que recuerdo muy bien: cada vez que las cosas impredecibles o improbables sucedían (y en casa esas cosas sucedían y suceden con regularidad) ella decía, con una mezcla de asombro y resignación: “Bueno, es que hoy es un día atípico”. Era su forma de entender el caos o de ordenar lo imposible. Con el gordo nos mirábamos y pensábamos “¿será el día?, ¿o seremos nosotros los atípicos?”.

Cambios, vaivenes, acomodaciones. Todo eso que es de lo más común en la vida. Pero parece que a alguien que nos miraba de afuera, que pasaba buena parte del día en nuestra vida para volver a su mundo tan típico, nosotros y nuestras cosas nos salíamos de su cauce.

Creo que con el paso de los meses se acostumbró. O dejó de decirlo. O dejó de venir. De cualquier modo los días atípicos fueron ganado terreno y tal vez, me gusta pensar, el espanto, nuestro espanto, nos haya curado un poco.

Pero cada vez que nos desacomodamos, que cambia nuestra nunca anhelada rutina familiar o que pasa algo extraordinario en el día, me acuerdo de esa observación, de esos días atípicos y pienso que en definitiva no sé si somos nosotros tan atípicos. La vida no es tan típicamente correcta después de todo.


8.11.11

Victoria y el período rosa




Exposición de Arte en el jardín, octubre 2011.