20.6.11

La eternidad y un día




Siguiendo con el plan familiar de renovar la cocina, compré cuatro tazas. Una para cada uno. Mientras las lavaba, Vicky elegía los colores: "La mía es la amarilla, la de Joaco es la celeste", y así. Las ordeno en el estante y le explico que esas son de las que se rompen así que hay que cuidarlas más, "porque nos tienen que durar hasta que seamos viejitos".


-No, mami -me contesta muy sabionda-, nos van a durar hasta que se rompan.


Otra vez sus lecciones de la vida cotidiana que me hacen repensar todo lo que le digo y me hacen tanta gracia.


Al día siguiente estoy en el súper sola, todos se quedaron en casa desayunando (y estrenando las tazas nuevas).


Me suena el celular, es Hernán para saber si falta mucho y para decirme que Vicky quiere hablarme.


Después de preguntarle si estaban haciendo lío o se estaban portando bien (a lo que me dijo, como siempre que sí, que todo lo más bien con papi), indagué un poco más:


-¿Ya desayunaron?


-Sí, mami, pero tengo que decirte algo...


-... (me la vi venir: algo en el tono de su voz, algo en los ruidos de fondo...)


-Mami, ¿te acordás lo que te prometí ayer de las tazas?


-Sí.


-Bueno, la mía ya duró.


-...



No pude parar de reírme en todo el camino de vuelta.
La taza amarilla ya fue. Duró todo lo que tenía que durar pero la anécdota queda acá para volver a ser contada muchas veces más.







































































19.6.11

18.6.11

Construir el acontecimiento

"Mami, siempre antes la tele decía mentiras... pero hoy ¡DIJO LA VERDAD!!!!!", me dice me hija con cara de sorpresa y revelación extraordinarias.

Y es que venía escuchando propagandas del día del padre desde hace días y ahora que sabe que mañana "de verdad" es el día le parece que "es verdad"...
¿No es genial escucharlos y entrar en su mundo, en sus decodificaciones, sus pensamientitos tan rudimentarios y tan lógicos al mismo tiempo?



Sí, es genial, créanme.
Escuchémoslos.











14.6.11

9.6.11

Enormidades sencillas


Hace unos días, mi hija me dijo: "Mami, ¿no que todo se resuelve con la comunicación?".


Me quedé alucinada con la idea. Ya sé que (como ella misma dice de casi todo lo que va aprendiendo) "yo ya lo sabía" pero es que a veces las cosas más sencillas son las más difíciles de llevar a cabo porque tal vez son en las que nunca reparamos. Pero al escucharlas de una niña de cuatro años (mientras se baña, mientras sube la escalera o está dibujando, así, como si nada) me parece que se me abre algo nuevo, que todo se resignifica. Y se me agranda tanto el mundo (mi mundo, el mundo que le estoy mostrando) que solo me sale respirar hondo, contemplarla, abrazarme a su sabiduría.


Y por si les sirve el dato, les cuento que desde que me lo dijo, cada vez que se me presenta un problemita o un problemón (cotidiano o existencial) me acuerdo de su pregunta, tan afirmativa, tan validada, tan elaborada y espontánea a la vez, y la pongo a prueba.


Y la cosa funciona.







¡Gracias, hija! Por hacer mi mundo cada vez más enorme.



8.6.11

7.6.11

Una familia muy normal

El domingo pasado, después del almuerzo, la abuela Adriana le dio a Vicky una hoja y unos marcadores y le propuso: "Dibujá a la familia".



Y sí. Somos muchos.
La abuela lo sabe mejor que nadie. Será por eso que atesora este dibujo en su cartera y en su corazón.
Los cuatro años arrancaron así, dibujando.
De a montones.