31.10.10

Puerta

Una escena que me conmueve: Joaquín se aferra a la puerta del patio (que da a la puerta de calle, que da a la plaza de la esquina), apoya su manito con fuerza (con mucha fuerza) intentando abrirla, me mira y me dice (me grita) "A tala TATAA TA". *

Y es su primera oración. Su mantra. Como una plegaria, un rezo. Y si el lenguaje es una realización de deseos, el ya lo sabe. Y nos lo hace saber.
Y es que sabe que más allá de esa puerta, está su felicidad.
*[¡A la Plaza! ¡Quiero ir a la plaza ya!]

17.10.10

Registro


Victoria está en una etapa (¡que sea una etapa por favor!) en la que no le gusta que los grandes hablemos si no es con ella o de ella. Creo que es un proceso, un paso que los seres humanos tenemos que dar antes de aprender a escuchar: el valor de sentirnos escuchados. Así es que mientras ella aprende, nosotros no podemos mantener una charla (ninguna charla) si ella no participa -por decirlo de una manera simple y no andar dando tantos detalles- activamente. Y claro que ese "activamente" toma muchas formas, a veces extraordinarias, a veces insoportables si es que uno no está en su frecuencia ni tiene ganas de teorizar sobre el aprendizaje de la comunicación humana.
Me pasan las dos cosas, claro.
Como tengo hermanos menores, mas o menos ya había observado este fenómeno del niño quenoparadehablarhastaqueloescuchen. Me pasó con mis sobrinos, también con mi cuñadita A. (cuando la llevamos la primera vez en el auto pensé que nunca se iba a callar) y siempre me pareció igual de difícil de llevar, solo que mi rato con ellos era eso, un rato.

En fin, lo que quiero contar es esto: la tarde venía así, comunicativa. Mientras yo cocinaba e intentaba contarle al gordo alguna cosa del día, Vicki no paraba de revolotearnos con sus reclamos. "¿Me escuchan?" "¡mami! ¡mami!", "papi, ¿me mirás cuando te hablo?","se callan que quiero hablar yo" (desde pequeña siempre supo bien cómo decir las cosas que quiere decir). Aggggghh.
Como pude serví la comida, charlamos mucho seguramente. Tanto que los varones abandonaron la mesa antes del postre, cansados de tanto alboroto.
Entonces, el silencio. Hubo una pausa. Victoria comía muy concentrada.
Supe que algo iba a pasar. Y pasó:
- "Mami, ¿qué es TELECOM?
- ¿qué cosa Vicky? -dije como para darle una chance de querer preguntar otra cosa...
- ¿Qué es TELECOM? -repitió como el principito que no abandona sus preguntas hasta obtener respuesta.
Supe que no tenía salida. Tenía que explicarle tantas cosas...
Mentalmente repasé el concepto de marca... el concepto de empresa... hasta que yo misma me sentí mareada con tanta vuelta y resolví:
-"Son los señores que trabajan para que podamos hablar por teléfono."
Rara, rarísima explicación. Es que es fácil explicar las palabras que están en el diccionario (hasta solemos recurrir a él muchas veces en la cena) pero ¿y las que no están? ¿cómo definirlas? ¿Y cómo, para una curiosa niñita de tres años?
-Ah -dijo V. seguramente sin entender del todo mi definición, pero entendiéndola de alguna forma propia, porque se quedó tranquila.
Pensé dos cosas:
La primera, caótica. ¿Cómo hablar en medio de esa nube de pensamientos que se desencadenan cuando queremos explicar algo a alguien que sabemos que no sabe todo lo que nosotros sí?
Me recordó a mis charlas con mi abuela Chola cuando me preguntaba por mi profesión o tenía que contarle algo de la computadora o internet. Siempre sabía que ella me entendía, pero a su manera, y con sus noventa y cinco años encima.
La segunda, más precisa: ¿de dónde sacó esta niña esta pregunta? ¿qué escuchó?
Lo comprendí casi enseguida. Hace unas semanas estoy a las puteadas con dicha empresa (que no quiero volver a nombrar en voz alta) porque dimos de baja un servicio y nos lo siguen cobrando.
Mientras lavaba los platos, comencé a reirme sola.
Pensé simultáneamente en el lenguaje, en mi abuela, en los aprendizajes de mi hijita... ¡Y en llamar a estos señores al día siguiente para continuar mi reclamo!

10.10.10

Libertad

Hoy escuché este diálogo entre dos niñitas -de 4 y 3 años- que jugaban en la arena:



- ¿Vos comés toda la comida?
- Síii. A veces no quiero más y entonces me voy a jugar.
- ¿Y tus padres no te retan?
- No, no me retan.... Es que no quiero más. Entonces me dicen: bueno, andá a jugar.
La niña que hizo la pregunta la miró encantada. Y, por fin, soltó lo que tenía ganas de decir:
-"Mis padres me retan si no como toda la comida".

- Ah.

Y siguieron metiendo arena en el balde, como si nada.

Sentí muchas cosas al escucharlas. En principio porque la que contestaba era mi hija de tres años. Pero supongamos que eso pude abstraerlo casi en seguida. Me quedé colgada pensando en lo lindo de que puedan expresar sus miedos, sus angustias o sus frustaciones tan enérgicamente, mientras moldean su vida en la arena.


Y como siempre, me quedé fascinada por la soltura con la que hablan, sin saber cómo es que se les viene un tema a la cabeza. Pero que están, están.

Y el tema de la libertad es un tema tan de ellos, tan de la plaza.